La conquista de los Polos tiene un aura de misterio y aventura que perdura todavía en la actualidad. Esas tierras heladas, esos páramos donde resulta casi imposible que exista vida, siempre han sido un reclamo para hombres aguerridos y valientes en busca de gloria y, de paso , un interés científico.
De estos dos extremos opuestos de la Tierra , el Ártico fue el primer destino simplemente por cercanía geográfica a las potencias europeas. Este desafío desató una carrera enloquecida y despiadada de decenas de hombres ávidos de pasar a la historia al conseguir la conquista de los polos. Desafiaron las condiciones más extremas tanto en el Ártico como en la Antártida, pero empecemos por el principio.
Inicios de la exploración
No se conocía mucho de lo que había en el Polo Norte, pero interesaba, y mucho, la idea de un paso navegable que supusiera una nueva ruta comercial entre Europa y los Estados Unidos. La conquista de los polos era un atractivo objetivo. Esta serviría de alternativa al estrecho de Magallanes para cruzar del océano Atlántico al Pacífico. Durante los siglos XV y XVI se llevaron a cabo varios intentos sin éxito para encontrar el deseado paso del Noroeste.

De Desconocido – http://libweb5.princeton.edu/visual_materials/maps/websites/northwest-passage/parry-first.htm, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4403717
El paso del Noroeste
A principios del siglo XIX el Almirantazgo inglés se propuso retomar dicha búsqueda. En abril de 1818, el escocés John Ross partió en misión , secundado por el teniente de navío William Edward Parry, a bordo de dos buques balleneros, el Isabelle y el Alexander. Cruzaron el extremo sur de Groenlandia y se internaron en el estrecho de Lancaster. Alcanzaron una latitud de 76° 46’ N y, sin saberlo, estaban en la puerta del Paso del Noroeste.
Sin embargo, en mitad de un banco de niebla, Ross creyó ver las cumbres de una cadena montañosa cerrándoles el paso y ordenó el regreso a Inglaterra.
Parry volvió en abril de 1819, comandando dos naves, el Hecla y el Griper, en el primero de sus cuatro viajes al Ártico en pos de alcanzar el Polo Norte. No lo logró, pero descubrió que el estrecho de Lancaster no estaba cerrado por montañas.

De Desconocido – The Mariners’ Museum, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1989286
Tragedia helada
En 1845 otra expedición lo intentó de nuevo al mando del contralmirante sir John Franklin, un veterano de la batalla de Trafalgar. Todos perecieron. Franklin, sus hombres y sus barcos desaparecieron, y su destino fue un misterio durante 12 años.
En 1852, sir Edward Inglefield, comandaba una expedición de rescate de Franklin, y fue el primero en adentrarse en el estrecho de Smith, un paso navegable en dirección al norte, más allá de cualquier registro conocido. Eso le abrió los ojos y vio que era posible navegar hasta un teórico mar polar abierto, y desde ahí al mismísimo Polo. Un año más tarde, Elisha Kane llegó aún más lejos que Inglefield. Navegó en el estrecho de Smith, pero el hielo y los fuertes vientos lo forzaron a continuar por tierra. Llegó hasta el cabo Constitución, desde donde divisó una enorme extensión de agua libre de hielo. Era el canal de Kennedy, aunque pensó que había alcanzado el mar polar abierto que llevaba al Polo Norte.
Intento de Alemania
Alemania también se interesó en llegar al Polo Norte incluso antes de ser un estado como tal. Envió una expedición en 1869 siguiendo los pasos de Inglefield y Kane. Las goletas, la Hansa y la Germania, partieron en junio de ese año, pero por un error se separaron apenas un mes después.
El Hansa terminó atrapado en el hielo y se hundió. Sus tripulantes sobrevivieron sobre un témpano, en el que construyeron un rudimentario refugio con briquetas de carbón, que navegó 900 km hasta que las corrientes los acercaron a tierra. Mientras tanto unos pocos tripulantes del Germania, provistos de trineos, exploraron la costa este de Groenlandia y regresaron a Alemania en julio de 1870. En septiembre de 1871, fueron superados por la fallida expedición estadounidense Polaris, al mando de Charles Francis Hall, que logró llegar incluso más al norte, a la latitud 82°45’ N.
EL descubrimiento de Nares
Sir George Strong Nares fue quien, capitaneando la expedición Ártica Británica (1875-1876), terminaró con el mito del mar polar abierto.
A bordo del Alert, atravesó el canal entre Groenlandia y la isla de Ellesmere ( actualmente el estrecho de Nares, en su honor ) para descubrir un páramo helado allí donde se esperaba un mar libre de hielo. Es lo que hoy conocemos como mar de Lincoln ( es parte del océano Ártico ) y estaba cubierto por la banquisa, una capa de hielo flotante permanente, que en el Ártico alcanza los 15 millones de kilómetros cuadrados de superficie durante el invierno. La expedición intentó alcanzar el Polo Norte a bordo de trineos, pero tuvieron que desistir en su intento por falta del equipamiento adecuado para resistir las durísimas condiciones. A pesar de todas las adversidades, consiguieron llegar hasta los 83°20’26’’ N, el punto más septentrional alcanzado hasta ese momento.

Un poco más al Norte
La expedición Fram encabezada por el científico noruego Fridtjof Nansen, partió en 1893. Esperaban que la banquisa fuera un medio para conseguir llegar al Polo Norte, aprovechando la corriente del Ártico. El Fram era un barco que contaba con el más innovador diseño de la época. Estaba preparado para resistir la presión del hielo cuando el buque quedara atrapado en él. Cuando llegaron a esa situación y, tras 18 meses de espera, Nansen no pudo contener su impaciencia y desembarcó junto a Hjalmar Johanssen para intentar llegar al Polo esquiando. No lo consiguieron, pero alcanzaron los 86° 10’ N, un nuevo punto más septentrional.
En 1897, el sueco Salomón Andrée y otros dos compañeros intentaron hacerlo por aire, a bordo del globo Eagle, pero también fracasaron.
Al final, la conquista de los polos se encaminó a la lucha definitiva por alcanzar el Polo Norte . Esta se consumó tras un despiadado mano a mano entre dos estadounidenses: Robert E. Peary y Frederick Cook.